La boda de Patricia y Ricardo fue muy emotiva, recordando a personas que ya no están o, como a mí me gusta decir, personas que están, pero a las que no podemos ver.
La emoción salía a borbotones de sus ojos, y su piel de gallina, su sonrisa, y su temblar de manos al tocarse, son la máxima manifestación de que estaban hechos el uno para el otro.